Frente a la hoja en blanco
desierta de palabras,
se sienta el alma,
de angustias cargada,
de lágrimas reprimidas
ante las miradas.
Entonces la hoja se transforma
en un cubil de suave vellón tapizado.
Donde el alma halla paz.
Se pone de rodillas,
el rostro se cubre de lágrimas
una voz dulce y suave dice:
“Ahora escribe unas palabras,
protección, amor y haz silencio.
Yo soy tu Dios, yo soy quien habla”.
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