Acallar el alma,
es guardar silencio
ante la promesa por
Dios dada.
Es fortalecerse en el lugar secreto,
como una crisálida
que dentro del estrecho
capullo ¡con tanto dolor trabaja!,
hasta liberarse convertida
en una mariposa de alas blancas.
Alimentarse de La Palabra
hasta doblegar el alma.
Es rendirse.
Dormir como un pájaro muy cansado,
de cruzar desiertos, mares, praderas
hasta llegar a la roca donde se halla
la promesa tan esperada.
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