Mis sueños, Señor, son alondras con alas de seda;
que surcan el cielo.
Impulsadas por la brisa, que soplas suavemente después de las tormentas que agitan mi alma inquieta y confusa.
Llegan, me pueblan, me iluminan, me dan fuerzas.
Los miro, los acaricio, ellos se instalan en el lugar secreto;
Los miro, los acaricio, ellos se instalan en el lugar secreto;
donde Tú y yo pasamos largas horas hablando en silencio.
Me enseñas a esperar y moldeas mis sueños.
Tu Espíritu Santo, susurra dulcemente:
“Nunca... cierres las ventanas del lugar secreto.
Tu Espíritu Santo, susurra dulcemente:
“Nunca... cierres las ventanas del lugar secreto.
Deja entrar las alondras, para que aniden en tu corazón
y se hagan realidad tus sueños”.
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